Démosle una oportunidad al árbol:
Él no puede salir pitando como haríamos nosotros frente a una catástrofe de cualquier magnitud. Él no puede lloriquear pues de hacerlo, daría igual: nadie le prestaría atención, nadie actuaría cual psicólogo y trataría sus lágrimas irracionales (¡Ponga un psicólogo junto a un árbol, haga la prueba y luego me dice...!). Él no puede defenderse del indeseable que busca cobijo bajo su sombra(si acaso, dejando caer algunas piñas... si las tiene).
El árbol tiene todo mi cariño y respeto pues a él, le cuento mis penas, mis alegrías; sin posibilidad alguna de que éste salga pitando. Le cuento historias increíbles, y me escucha con atenta vegetabilidad. Le abro de par en par mi alma y no se asusta, no se inmuta y lo acepta tal cual. Si le miento, no lo percibe... o se enfurece de tal manera que con un leve movimiento de sus ramas, hace agitar por simpatía las de sus árboles vecinos en el bosque, y éstos a su vez provocan el efecto dominó que desata una tormenta... ¿o es el viento el que provoca la misma?, ¿o es el viento quien mueve las ramas y me hace mentir, y provocar la tormenta...?
En tal caso, el árbol siempre está ahí: el amigo perfecto, el altruista, el que te aguanta y te sufre(aunque no estés borracho), el que mejor sabe guardar un secreto (jamás te delataría)... ¡Y encima es capaz de llevar tatuado el nombre de tu chica...!
Creo que aún no ha llegado el mesías que todos esperamos (¡Y no lo sabemos aún!), que nos ponga al corriente, que nos informe de la importancia del verdadero ser superior, del ser supremo; éste no es el hombre (¡Faltaría más!), no es ningún dios (Ummmh...), no es siquiera el propio mensajero, sino el que te aporta parte del oxígeno que entre todos tratamos de eliminar: es el árbol... ¡Y éste no se lleva tu dinero, ni emprende una guerra, ni distingue el humo negro del blanco...! ¡Ni siquiera se mete en política... hombre!
Yo, ya me he cogido uno.
* ¡Y creía yo a estas alturas, que aquello de apadrinar a un niño (que está al alcance de cualquiera... o no), me serviría como excusa para utilizarlo también con el árbol, cual frase irónica... y resulta que me encuentro que es posible...! ¡
Apadrina un árbol!
Fotografía, Ana Padila.
Vídeo, Rafa Ordóñez